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sábado, 5 de junio de 2010

GOLPE de CALOR

Encerrado en la oscuridad de mi apartamento, a cientos de kilómetros del mar, huyo de este calor con sabor a asfalto navegando por la red de redes pescando las noticias de los que están lejos.

Un amigo me dice que está en el mar, en esa mierda azul con arena y sombrillas, descansando de las fiestas y de las drogas; se siente bien: la piel salada húmeda y la brisa marina acariciándole susurros en la nuca.

También me dice que en mis poemas se escriben con palabras que sólo reflejan desesperanza y el encadenamiento a una rutina que palidece la piel y ensordece las caricias que la más oscura de las vidas siempre regala.

Sigo las pistas que las palabras, vía mail-conexión wifi, dejan ante mí mirada y recaigo en Cala-Blava, donde un transparente azul mar mediterráneo disuelve la rutinaria desesperanza como si fuese más sal sacandola de mi cuerpo y perdiéndola en la alta mar.

Mientras un sol quema mi piel y me recuerda que estoy vivo, me recuerda que siempre hay un más allá del fluorescente, del ordenador, de los viajes en metro y de, en definitiva, todo lo que conlleva vivir en esta cárcel de asfalto.

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