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(ricardo piglia)

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(pentti saarikoski)

viernes, 5 de noviembre de 2010

DELHI #2: Happy Diwali


Las cosas empiezan a ordenarse, empiezo a conocer gente. Occidentales claro. Aunque puedas hablar con ellos mientras tomas un café, conocer a los indios es difícil. No dejan de verte como a un extranjero, un visitante que por alguna extraña razón a venido a su país. Quieren saber de ti, de donde vienes. Algunos te ayudan en lo que pueden, pero la gran mayoría de ellos te ven del mismo modo que tú les ves a ellos: como un ser diferente. Basta con subirse al metro y ver como todo el vagón te mira (tengo esa sensación siendo un hombre, las mujeres flipan y, sí son rubias, no quiero ni pensarlo), basta con andar por las atestadas calles y ver como algunos de ellos se para saludarte o, los que pueden, porque tienen los medios, te hacen fotografías con el móvil. Los que no pueden, porque son más pobres que las ratas, te paran y te piden que les hagas una tú a ellos. Luego les ves marcharse con una sonrisa después de haberse visto en la pantalla de la cámara.

Delhi es desconcertante. Hay gente de todas las clases sociales del mismo modo que en Europa, pero también hay gente realmente pobre. Más pobre de lo que nadie se puede llegar a imaginar por mucho que le hayan contado. Duermen en la calle entre ratas al lado de perros callejeros en lugares mugrientos rodeados por sus propias mierdas y la de animales callejeros (perros, vacas, cabras y otros animales que en Europa sólo podemos ver en granjas), restos de comida y basura. Por cada mendigo que hay en nuestro primer mundo aquí hay cien. Aún a sí, India no deja de ser un lugar increíble. No hay que dejarse llevar por el impacto que ocasiona la pobreza, eso es algo que por mucho empeño que se ponga uno sólo no puede solucionar...

Sé que sigo si escribir como las entradas anteriores al inicio del viaje. Pero tengo ganas de contar algo. No sé el que. Poco a poco ira llegando la poesía. De momento todo es percepción de afuera para dentro... Escribo, confusa y desordenamente, porque no puedo dormir. En la calle se celebra el Diwali. Una especie de año nuevo Hindú. Son las doce de la noche y en la calle retumban los petardos, cohetes y fuegos artificiales. He salido un rato a integradme, pero estoy cansado. Además, es su fiesta. No me he sentido parte activa en la celebración. Tengo la suerte de estar en una casa occidental con ordenador, Internet y demás comodidades y querido contar algo...