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(pentti saarikoski)

viernes, 12 de noviembre de 2010

HIMALAYA: Viajar en autobus









Ayer, para salir de Shimla, cogí un autobús a primera hora del día. La mejor manera de definir este viaje es como si fuese una montaña rusa de unas ocho horas de duración. Al parecer el monzón hace estragos con las carreteras y las destroza. Cogeros la carretera forestal más apartada y abandonada del pueblo mas apartado y abandonado que os podáis imaginar. Pues esa es la única que hay en los pueblos del Himalaya. El autobús serpentea por una destrozada carretera en continua reparación. Al mismo tiempo que tiene que tiene que sortear los múltiples baches, a los trabajadores y a los vehículos que vienen en dirección contraria, también tiene que esquivar a las vacas y cabras que campan a sus anchas por la carretera. Y nos os vayáis a creer que en el autobús, que más que ser un autobús parece un tanque, con un increíble conductor dado las dificultades del camino, va con la gente justa sentada en sus plazas. Que va, el tanque se llena hasta los topes, gente de pie y gente sentada en el suelo, hasta que es físicamente imposible que entre nadie más. A medida que avanza se va subiendo y bajando gente en mitad de la carretera y si quieres ir sentado desde el principio tienes que pagar un impuesto de lujo (nombre real del impuesto, no es broma). En total, hasta Dehradum, lugar al que en un principio me disponía a ir, fueron nueve horribles horas a las que hay que sumarle hora y media mas hasta Risikesh, lugar donde me encuentro ahora y al que decidí, después de haber visto la caótica ciudad en la que pretendía quedarme, venir con un par de chavales ingleses que conocí en el bus.

Ahora, ya en Risikesh, después de haber descansado, no quiero contar nada sobre este lugar hasta que no lo recorra y visite de la mejor manera posible, no vaya a pasarme lo mismo que me paso con Shimla, ya que cuando escribí el último post todavía no había visto bien el pueblo. Aparte de todas las cosas buenas de Shimla de las que he hablado, el lugar no deja de ser un escaparate para las clases medias de la India. Sin apenas turistas extranjeros, la parte alta del pueblo es un oasis para que los indios descansen de la miseria de sus ciudades. Cuando baje del templo de Jahku me puse a escribir en un Internet café sin haber visto bien el pueblo y sobretodo la parte baja del mismo. A medida que se baja se va volviendo a ver la basura, la suciedad y la miseria que hay en todos los lugares de este país. Aun así, merece la pena venir. Sobretodo si en vez de ir solo, se viene en un grupete con ganas de ir a la montaña con un coche alquilado con conductor.