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miércoles, 4 de mayo de 2011

MOSCú: encarcelado...

Este post, entrada, o como queramos llamarlo, no lo escribo desde Moscú. Generalmente cuando he ido escribiendo he ido haciéndolo desde la ciudad en que estaba. Por las razones que mas adelante explicare estoy haciéndolo desde Madrid, pero como la acción de la historia ha sucedido en Moscú, y me gustaría haberlo escrito desde allí, he querido respetar el título de la entrada.

Hay va:

El avión que me tenía que traer de vuelta salio cinco horas tarde por los problemas técnicos de siempre. La escala era en Moscú y tenía tres horas para hacerla. Las cuentas salen claras y este retraso hizo que perdiese el segundo avión. No fui el único. Unas cuarenta personas estábamos en el mismo problema. La compañía aérea Aeroflot, una excelente hija de puta empresa rusa, nos dio la solución de colocarnos en otros vuelos, según el destino de cada uno al día siguiente, ya que todas esas cuarenta íbamos a perder el segundo vuelo si o si, y una noche de hotel en Moscú a cuenta de la casa.

Al principio la solución era bastante atractiva. Una noche más en un hotel de lujo en Moscú no sonaba tan mal. Pura ilusión. Los problemas empezaron al llegar a la capital rusa. Tras diez horas de vuelo, en Moscú la compañía no había preparado nada y tuvimos que esperar en la zona de transferencia a otros vuelos, dos horas y media, a que una mujer rusa, que decía no hablar inglés y una agente de imaginación que también decía no hablar inglés, organizasen todo. El trato fue horrible, nadie nos explicaba nada, ni nos quisieron traer agua. Había algún bebe y niños pequeños. Todo un ejemplo del buen funcionamiento de la administración Rusa.

El problema era que ningún pasajero tenía el visado para estar en el país y tenían que darnos un permiso especial para poder salir del aeropuerto. Lo que no me explico es porque no lo hicieron mientras el avión estaba en el aire. Diez horas desde que salió el avión de Bangkok, más las cinco horas de retraso. Pues eso, que tras las dos horas y media que estuvimos en el avión nos llevaron a un autobús atravesando puertas de esas que nunca piensas que vas a poder pasar en un aeropuerto, de esas que dicen solo personal o cosas por el estilo. Y del autobús nos llevaron a un hotel que estaba a escasos quince minutos del aeropuerto. En el trayecto volvimos a atravesar puertas de esas que sólo se ven en las películas.

Al llegar al hotel nos llevaron a un acceso "especial", donde nos estaba esperando el equipo de seguridad del edificio para que fuésemos directamente del bus a la recepción y cuando todos pasamos cerraron la puerta "especial" con llave. Una sola persona de recepción, para atender a cuarenta personas cabreadas. Otro ejemplo de organización. Para que nos diesen una habitación, que en muchos casos tenía que ser compartida con un desconocido, tardaron otras dos horas. Había que enseñar el pasaporte para ver si estabas en una lista. Pues, gracias a la excelente organización, había gente que no estaba en la lista. Imaginaos el tumulto que se formo en la recepción. Gente cabreada maldiciendo en varios idiomas distintos. Franceses, eslovenos, polacos, noruegos, ingleses, alemanes e hispano hablantes. Yo decidí no meterme en el follon y como estaba reventado me eche a dormir un rato en el suelo del hotel hasta, una hora después, la cosa se relajo y fui a ver si mi nombre estaba en la lista. Por suerte mi nombre estaba en la lista, me dieron mi habitación, la cual la compartí con un notas de unos treinta años que era de algún país del este que ahora no recuerdo. Un tipo simpático que había estado viviendo dos años en una isla del sur de Tailandia con visado turista sin hacer nada.

En la habitación era como estar en una celda de lujo. Estábamos vigilados por el equipo de seguridad del hotel en todo momento. No nos dejaron salir más que para desayunar y al terminar nos devolvieron a la habitación. Siempre que nos movíamos estábamos con uno de los "polis" del hotel, y para colmo en la habitación no se podía fumar. Pues eso, que allí dentro de nuestra celda, teníamos que esperar una llamada de recepción, en la que amablemente se nos hacía bajar para devolvernos al aeropuerto. Después de atravesar las misteriosas puertas, tuvimos que volver a pasar por otro control de inmigración, en el que devolvimos ese pase especial escrito a mano que nos dieron la noche anterior. Tras eso, ya éramos libres otra vez. Eso si, todo lo libre que puede estar una persona en un aeropuerto.

Como el siguiente vuelo a Madrid no salía hasta las ocho de la tarde, me colocaron en dos vuelos. El primero a París, y de ahí a Madrid. Con el flexible tiempo de diferencia entre un vuelo y otro de media hora en el aeropuerto de C. de Gaule. Para quien no conozca este aeropuerto sólo decir que es enorme. Cuando aterrizo el primer avión y tras salir de él, me tuve que pegar una carrera por todo el aeropuerto cargando con una mochila de unos diez o doce quilos. Casi ná. Tuve que volver a atravesar controles de inmigración y controles de equipaje, en los que el simpático personal del aeropuerto entendió a la perfección mi situación y se entretuvieron un poco mas con mis papeles y mis cosas haciendo amables preguntas. Aún así pude llegar justo cuando empezaron a meter a la gente en el avión. La nota amable de todo esto, es que en este según avión pude viajar en primera.

Ahora estoy de nuevo en "lo mismo de siempre", tratando de adaptarme a ello poco a poco. Tras seis meses en los que he estado sin casa, experimentado cada día nuevas experiencias, moviendo libremente cuando quería y, sobretodo, viviendo en países donde los euros se estiran mucho, no se lo que tardare en volver a adaptarme a esta realidad. De momento sólo han pasado dos día. No es momento para valoraciones. En unos días, con más calma escribiré un post final sobre lo que han significado para mí estos seis meses.