AMANECER DE MARTES

Amanece fríamente este martes de invierno.
Un cielo despejado, claro como la mirada
de un niño, y brillante como tus ojos,
esos preciosos ojos, en los que ahora,
en tu ausencia, pienso con delicadeza.
Son agradables, estas mañanas de invierno,
mañanas en las que el frío corta la cara
y la claridad del cielo invita a un paseo
por las alejadas e ignoradas calles
de los suburbios donde vivo,
parques solitarios
donde la ausencia de dinero no importa,
donde uno se lleva voluntariamente al autoengaño
haciéndose creer que pisa montañas,
donde la constante de mi vida, ese nada
que hacer se disipa como
la niebla de la mañana para dejar en
el cielo azul ese sol que con su indiferencia
nos observa como metáfora
de lo poco que importa nuestra personal
presencia…