ESCRIBIR UN DIARIO NOS AYUDA A OLVIDAR LA ILUSIÓN DE TENER UNA VIDA PRIVADA
(ricardo piglia)

HAGO MI FICCIÓN PARA QUE SEA CIERTA
(pentti saarikoski)

lunes, 4 de junio de 2012

TRISTE ABUNDANCIA


Tengo que escribir algo, mis fans me lo piden:
ey, tío, hace un par de días que no escribes nada, echamos de menos tu grandiosa poesía.
Lo siento, les digo, es que no se me ocurre nada, últimamente ando corto de inspiración.
Llevo una vida monótona, una vida gris sin aventura.
No os preocupéis, lo voy a intentar siguiendo un consejo de Manuel Vilas:
aplicar la pereza planetaria como gran poética.
Eso es, voy a ser idéntico al hombre que duerme de Perec,
voy a contaros la nada en la que me sumerjo día a día,
mis paseos por las calles desiertas de mi barrio un día laborable,
observando indiscriminadamente todas las cosas sencillas que me rodean:
esas mujeres mayores que ya han pasado la mediana edad
cuando bajan en bata a hacer sus mandados. Las amo.
Cuando envejezca quiero ser una señora mayor, ser un ser despreocupado
de toda moda, de toda tendencia, de todo aspecto externo.
No me digáis que no son encantadoras, tan felices con sus rulos y su guatiné.
Tanto como esa ropa vieja, esa ropa desgastada, ropa de mercadillo
que cuelga libre, sin que nadie las pretenda, de las ventanas.
Mañana es martes, ya lo veréis, mañana ponen el mercadillo del barrio,
con sus gitanos, esos si que son libres, siempre de aquí para allá,
siempre con sus ofertas de saldo. Mucho tendrían que aprender
los promotores de ventas de los gitanos, estos si que saben como vender.
Lo mejor son las chicas de la limpieza sudamericanas.
Tan gordas, tan sobradas de carne que es toda una exuberancia.
Un banquete majestuoso de lujuria.
Siempre están, en el parque, cuidando unos niños que no les pertenecen.
Educándolos, creando unos seres consentidos, pues ellas les dan todo,
pueden hacerlo, no son sus hijos, a ellas que más les da.
Esos niños serán los revolucionarios del futuro. Ahora lo tienen todo,
pero el día de mañana, cuando se enfrenten a la realidad,
esta triste abundancia de miseria en la que sobrevivimos,
lo querrán seguir teniendo todo, y no podrán, entonces se levantarán.
Esas eran mis mañanas, mis tardes, mis días enteros en los que no hacía nada.
Pero esto ya se ha terminado. Ahora todo es más tétrica, mucho más teatral.
Desde donde estoy, me resulta casi imposible encontrar la poesía.
Sé que ella, la poesía, está en todas partes, está allá donde uno la quiera encontrar,
pero es que ahora estoy recibiendo un curso del paro:
técnico en energías renovables.
Es como volver al colegio, una época que no quiero recordar,
Además, el curso me absorbe toda la fuerza mental.
Me tiro toda la mañana intentando escalar un muro enorme
de una fría piedra con la que es muy difícil discutir.
Joder, y que no se me olvide, hablando de exprimir la mente, he de decir
que estoy en una lectura colectiva del Antiedipo de Deleze y Guattari,
esto si que es una pelea a muerte de verdad, un desafío intelectual, un ocho mil.
Quien lo conoce sabe lo que digo, y quien no lo conozca,
que le eche un par de huevos, u ovarios, según lo que le toque.
Es mi consejo. Lo otro no, lo otro es una imposición
a cambio de cuatrocientos tristes euros. Ya os podéis imaginar
la naturaleza del chantaje. Sales de la lista de parados,
te aparcan, con otros quince más, en el sótano de un colegio público.
Esta es la razón por la que escribo poco y tiro de poemas malos que escribí hace tiempo.